LOS VIEJOS TRISTES DE MI CIUDAD


Otra vez inmersa en mi ciudad de raro encanto, aunque es una decisión de vida vivir lejos de las grandes urbes el destino mandálico me regresa aquí. De nuevo por las mismas calles que he pisado una y otra vez, los mismos lugares, en los que cada vez puedo descubrir algo diferente, la misma calle parece tener hoy una virgen en lo más alto de la casa de la mitad de la cuadra, los 2 colosos que sostienen el edificio de la esquina o la ventana nueva que mas que reales parecen elementos oníricos, que aparecen y desaparecen al antojo del sueño de ciudad.

El centro, mi sitio, el patito feo de las ciudades, si se tiene algo de perspicacia puede descubrirse lo que hay mas allá del afán y este va revelandose como el alma de ciudad, es el único espacio a donde toda esta va, donde se puede hacer una lectura de sociedad, donde sus esquinas cuentan mil historias de sus grises calles, sus putas, sus oscuras cantinas de luces rojas y destellos de espejos donde habitan triste viejos añorando sus buenos años y la carne joven, de los jibaros, de los: “armado, armado, armado”, del ejecutivo, el ladrón , de las frutas que ruedan por las calles por las carreras del vendedor ambulante con los del espacio público, (como si el trabajo fuera un delito), de los parque llenos de jubilados buscando algo que hacer para matar el tiempo cuando no se anda haciendo filas interminables bajo la inclemencia del sol para reclamar unos pocos pesos por toda una vida de trabajo.

Los vestigios de la antigua ciudad a veces afloran en la nueva, debajo de un montón de anuncios y colores estrambóticos se esconde una hermosa casa inglesa, camino como siempre, sin afán mientras todo alrededor va a mil por hora, viendo lo que nadie más ve, como si el tiempo se detuviese y trascurriera muy lentamente, como viajar en una burbuja, como espectador pasivo de mi espacio con vida propia……….

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